domingo, 16 de agosto de 2009

ECUATORIANO

Estación de bus – Asunción. Paraguay

Buenas Tardes, disculpe, necesito hacer una llamada a Ecuador, dije amablemente a una joven paraguaya, de ojos negros y cabello negro.

Ecuador? preguntó la joven. Si, dije, a Ecuador. La joven agachó la cabeza un rato. Ecuador está cerca de Estados Unidos, verdad?

 

Aula de clases – Rieti. Italia

A ver chicos, dijo el profesor, quién sabe que significa Filosofía. El aula se quedó en silencio por un momento. El profesor insistió y lanzó la pregunta nuevamente. Qué pasa, nadie sabe de donde viene la palabra Filosofía, reclamó a los estudiantes con aire femenino.

Se alzó una mano. Filos significa amor y Sofos sabiduría, dijo un joven con acento extranjero, osea, Amor a la Sabiduría.

Inmediatamente el profesor reclamó a sus estudiantes. No les da vergüenza, si hasta el ecuatoriano sabe.

 

Panamericana Sur. Chile

Estaba demasiado sucio. En Bolivia había conseguido una diarrea gigantesca que me acompañaba todo el tiempo y hacía que bote mis calzoncillos todos los días. No tenía donde lavarlos y guardarlos hubiera hecho el viaje mucho más incómodo.

Comía y vomitaba. Mi compañera de viaje recogía conchas en la playa. Yo vomitando. Larguémonos de aquí, casi supliqué, jalemos dedo, ya larguémonos de aquí.

Caminamos con la casa en hombres. Dos mochilas, una en la espalda otra en el pecho. Alzamos el dedo gordo varias veces, durante seis horas. Un camionero joven y silencioso paró su trailler y nos llevó de mala gana.

De donde son, preguntó. Yo soy italiana, dijo mi compañera. Yo soy ecuatoriano, dije. Sentí que había respondido a esa pregunta cientos de veces en el último mes. Me di cuenta que mi nombre no importaba, que a la gente le interesaba primero saber de donde eras, no cómo te llamabas.

- Ecuatoriano? Si, dije, por?

- El chileno sonrió. Tu país anda bien jodido po huevón, si ahorita nomá andan botando a otro presidente.

- Ah cierto, dije, si leí algo, pero no estoy bien enterado.

- Esos indios de tu país son de pocas pulgas, no?

No tenía ganas de hablar. Sentí que la diarrea volvía. Sentí que si no apretaba bien el trasero haría pasar un mal rato a la italiana y al camionero. Cerré los ojos pensando y apoyé la cabeza en la ventana. La carretera era enorme. Mi cabeza no rebotaba en el parabrisas. Cuando abría los ojos veía el desierto, pensaba en la diarrea, en Ecuador y un nuevo presidente. Todo tan lejano.

 

Tienda. Carretera entre Neuquén y Bahía Blanca. Argentina

Buenas, dije en voz alta. Un argentino viejo estaba en el mostrador de la tienda. Una vieja canosa, que seguramente era su esposa, movía una latas.

- En que te puedo ashudar, dijo el viejo.

- Me da cuatro plátanos por favor.

- Cuatro qué? Rió el viejo. La vieja se acercó lentamente con una lata de duraznos en la mano.

- Cuatro plátanos, repetí yo, con la sonrisa de extranjero simpático e inofensivo que había practicado por tres meses.

- No pibe, no se shaman plátanos, se shaman bananas, sos mexicano?

- No, respondí, soy ecuatoriano. Deme cuatro bananas entonces.

La vieja me quedó viendo. Tenía la misma sonrisita cojuda del viejo. Y que hacés por acá, me preguntó la vieja.

- Estoy yendo a Bueno Aires. Conociendo.

- Así, por conocer nomás?

- Si, dije a secas.

Me dieron mis cuatro bananas y me fui. Mientras caminaba vi la marca de las bananas. Eran ecuatorianas. Viejo pendejo, pensé, se llaman plátanos, son ecuatorianos.

3 comentarios:

Unknown dijo...

muy divertidas las historias

madrid dijo...

la ultima es la mejor!

Marina dijo...

che, y vos hacés lo mismo que los aspirantes a xenófobo de las historias, resaltando la argentinidad del viejo! No todos somos así =(